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Afortunada

 
 Es cierto, tal vez no tengo un carro del año, es más, ni siquiera tengo auto. Mis pies y el bus son mi principal medio y en los días de lluvia me mojo toda y me embarro los zapatos, pero no importa demasiado, tengo otros,  no son costosos. Yo no ostento joyas ni ropas de marcas famosas; hay cosas que, a mi parecer, importan más. La vida es muy corta.
     No ceno en restaurantes caros a menudo; serán, como mucho, 2 a 3 veces al año.
     Tampoco tengo el último modelo de smartphone, ni el penúltimo, ni el antepenúltimo y así podría seguir... Mis padres no me dan todos los gustos que pudiera tener, es que la mayoría de ellos no los manifiesto porque sé que sin esfuerzo, yo no merezco.
     No, no. No es un lamento ni mucho menos. Tal vez la lista de lo que carezco es mucho más extensa, pero -afortunadamente- yo nunca me oriento en eso.
     Yo tengo el sol, que con su esplendoroso arte cada día pinta alba y ocaso en su lienzo que es el cielo, y que con su calor derrite cualquier desazón. Tengo salud, que no es invulnerable ni inquebrantable (como sí lo es mi temple), pero la cuido porque no la quiero perder. Tengo lluvia que moja mi rostro, lava tristezas, relaja, refresca, limpia cualquier herida que podría tener en mi alma o en mi piel; también tengo siempre un libro y chocolate caliente para acompañarla, esas simples cosas, si se saben valorar, dan inmensa felicidad.
     Tengo a mis padres conmigo que, a pesar de sus propias preocupaciones, no me hacen faltar herramientas para luchar. Mi lucha es asimilar la vida, crecer, aprender, adquirir conocimientos para luego poder yo misma emprender.
     Tengo todos mis sentidos bien dispuestos y, además, la capacidad de ver lo esencial, como por ejemplo que soy dueña de una gran fortuna con solo despertar, gozar de vida un día más.
     No todos los días como mis platos favoritos, pero nunca me falta alimento y no hay día que, en silencio, no agradezca por eso. También le tengo a mi perro, que no es de raza y no sé si me ama, pero por lo menos me cuida y a donde vaya, él me acompaña.
     No me falta una persona que me quiera; una que me abrace; una que me escuche; una que me hable, o una que, sin decir nada, se quede a mi lado, no me abandone en momentos no tan buenos; puede que a veces sea solo una persona la que me regala todo eso... doy gracias por que la tengo.
     A mis riquezas es difícil ponerles precio. Tal vez todo eso que mencioné sean 'cosas' que todos tenemos, todos somos ricos, y si bien todos son capaces... ¿pueden todos ver eso?


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